La nota de la Casa Real de Felipe VI del domingo 15 de marzo, en la que renunciaba a la herencia que su padre pudiera dejarle a través de una fundación a la que habría ido a parar dinero de una supuesta donación de Arabia Saudí, dejaba en evidencia varias cosas. Una, daba por bueno lo que era un secreto a voces: los negocios opacos de su padre, el rey emérito Juan Carlos I; y dos, que la monarquía está totalmente agotada.
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