Es enternecedor el cariño por Felipe González que ha ido alimentando, de unos años a esta parte, nuestra derecha mediática. Han tardado, pero al final lo han reconocido como el que siempre fue: uno de los suyos. Antes teníamos que combatir intelectualmente a los nostálgicos del franquismo; lo que no me esperaba yo es que acabáramos teniendo que combatir a los nostálgicos del felipismo. Y, que sean exactamente los mismos, ya me parece ensañamiento.
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