En los últimos 70 años, el sistema de salud pública de los países anglófonos ha emitido una serie de normas cuyo hilo conductor es que los ingredientes naturales que las poblaciones han consumido -carne, lácteos, huevos, etc.- y ciertos componentes de éstos, especialmente las grasas saturadas, son peligrosos para la salud. Las consecuencias de estas indicaciones están a nuestro alrededor: El 60% de los británicos tienen sobrepeso, y la salud metabólica nunca ha sido peor. Nuevos estudios ponen en cuestión algunas de esas indicaciones.
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