Imaginemos el cuadro de situación: la posibilidad en plena Guerra Fría de un ataque nuclear, y de una amenaza sistémica en la que todos los centros de mando terrestres del ejército norteamericano podrían quedar inoperables. La previsión obligaba a buscar el modo de que ante una catástrofe, un centro de mando alternativo siguiera funcionando. La solución: nada mejor que sostener un centro de mando en un punto móvil y en el aire por décadas de un modo continuo. Con esa premisa, nacía la Operación Looking Glass
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