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La mujer ingresó embarazada de 22 semanas en un hospital de Pszczyna (sur de Polonia), donde los médicos dictaminaron que el feto no podría sobrevivir al presentar graves anomalías y al haberse perdido todo el líquido amniótico. A pesar de ello, según la abogada de la familia, se negaron a practicarle un aborto mientras todavía latiera el corazón del feto, lo que acabó causando la muerte de la mujer por shock séptico poco después de que se lo extrajeran por cesárea.
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