Las madrasas tienen sus propios libros de texto pero, salvo muy contadas excepciones, carecen de licencia de apertura. Tampoco cumplen con la normativa municipal contra incendios ni disponen de rampas de acceso ni aseos adaptados a personas con discapacidad. No hay recorridos de evacuación señalizados ni extintores. Registradas, en el mejor de los casos, como sedes de asociaciones culturales, en muchas de esas academias (sobre todo en las afines al salafismo o al Tabligh, por ejemplo) obligan a las niñas a cubrirse el cabello con un hiyab
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