A eso de las once de la mañana, la cebolla del sofrito ya comienza a dorarse en los fogones de Puri, una mujer vitalista y llena de energía. Purificación Wasaldua trabaja como cocinera en la Llar Pere Barnés, una entidad dependiente de la Fundació Arrels que da cobijo y alimento a personas sin techo. «A los pobrecillos -dice Puri- les gustan las cosas de mucho mojar, como las salsas y el pisto». La pobreza ama el pan, es cierto; por alguna razón, el chusco parece grabado a cincel en la memoria atávica del hambre.
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