Es una reacción instintiva. Algo se enciende en nuestra mente, abrimos los ojos de par en par, contenemos la respiración y nuestra mano se dirige a toda velocidad al bolsillo. ¿Dónde está mi teléfono? Nos ha ocurrido a todos. Y una cosa es que no saber dónde has dejado las llaves o las gafas, que tienen cierto valor monetario y sentimental, y otra muy distinta no encontrar tu teléfono, que lo suyo te ha costado.
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