Las élites dirigentes americanas se han pasado los últimos doce meses siguiendo a pies juntillas los alaridos republicanos hablando de bancarrota inminente del gobierno federal. Algo razón tenían, ya que con el techo de la deuda todos juntitos casi se las arreglan para forzar una quiebra aposta, pero que un simple vistazo a las cifras basta para ver como algo absurdo. Estados Unidos es, esencialmente, un país con un potencial económico descomunal y un sistema político que parece obsesionado en pretender que no pueden hacer nada. Desesperante.
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