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Aguirre tiene una ambición sin límites y una total carencia de sentido del ridículo. Sin límites éticos que la incomoden, puede acusar sin pruebas al Gran Wyoming de ser el inductor de la agresión en un bar de copas a Hermann Terstchy y a continuación decir que lo de los periodistas de la SER “no se trata de una condena por informar u opinar” sino por “revelar nombres, apellidos, direcciones y teléfonos de afiliados a un partido”, lo que dice, simplemente, es mentira. Falso, pero para ella no hay límites.
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