Si somos liberales y vamos de competitivos por la vida vamos pero sin las cartas marcadas. La realidad es que sin ayudas y garantías públicas este tipo de negocios no serían posibles. Los aeropuertos serían del tamaño del aeródromo de Campamento y operarían pequeños vuelos privados. Lo que es increíble es que primero los contribuyentes asumamos una inversión brutal, luego privaticemos los beneficios y cuando llegan las pérdidas los ultraliberales hablen de costes hundidos y de costes de oportunidad y haya que socializarlas.
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