María (nombre ficticio) llegó a casa del colegio con un papel. Un dibujo hecho con su mano de seis años donde un policía disparaba una pistola. Sus padres, agentes de la Guardia Urbana en Barcelona, le enseñaron siempre que su trabajo era el de encontrar a niños y personas que se pierden, el de regular el tráfico... el de ayudar a la gente y separarla siempre de la violencia. Sin embargo, desde la llegada del 1-O, ellos eran los malos. Los que visten de uniforme, pegan a niños y mayores, y no dejan votar a la gente.
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