En una de las debilidades humanas están encontrando nuestros ajenos y distantes políticos el mecanismo perfecto para tenernos entretenidos y dirigir el apoyo y la atención masiva al dedo del sabio que señala hacia la Luna. Hablo, por supuesto, de la envidia. Y encima una envidia impuesta. Nos lo hicieron con los funcionarios, nos lo hicieron con los controladores y ahora nos lo están haciendo con los profesores (que también son funcionarios). El método funciona tal que asi:
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