Cuando la palabra Stasi aparecía en una conversación entre alemanes del Este, se hacía el silencio. Su presencia invisible causaba temor en Berlín. Y no era para menos, porque se trataba de la policía secreta del Ministerio para la Seguridad del Estado. Sus instalaciones –donde hoy se ubica el Stasi-Museum– ocupaban ocho hectáreas y daban trabajo a 20.000 funcionarios. Para ellos solo existía un lema: “El Estado está en todas partes”.
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