Soy un paciente de próstata, como muchos hombres, hasta ahí, nada relevante. Debido a la agudeza de mi dolencia, durante meses no pisé la calle, también mi vida social se opacó hasta desaparecer. ¿Motivo? La esclavitud de visitar al «señor Roca» cada 10 minutos para un «patético encuentro», que en los peores momentos desembocó en noches enteras sin dormir.
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