En 2001 me perdí con la bici en el desierto de Túnez. Tomé una pista equivocada, que terminó desapareciendo entre montañas, y pasé tres días sin ver a nadie. Me quedé sin comida y sin bebida. Pero conseguí orientarme, salí a un oasis y allí encontré a un hombre que me ofreció té y me indicó el camino hasta una aldea.
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