Algo como esto se propuso hacer el pasado martes un guía religioso pakistaní, llamado Muhammad Sabir, que había alcanzado cierta reputación en su aldea, Mubarakabad, por su presunta capacidad de obrar milagros. Para ello, pidió un voluntario, que debía de estar casado y tener hijos. Y como para cada roto hay un descosido, el voluntario apareció. Se llamaba (y hablo en pasado) Muhammad Niaz, 40 años y padre de 6 niños. El miércoles, Niaz se colocó sobre una mesa en una plaza pública, atado de pies y manos. Entonces Sabir le cortó la garganta.
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