En 1992, un organismo independiente, la Comisión de Reclamaciones de Prensa británica, proclamó que la vida privada de los políticos era de interés público. Para los ingleses la tolerancia que mostramos los mediterráneos con este tipo de escarceos allí era percibida como propia de una sociedad machista. En Gran Bretaña, decenas de políticos perdieron sus carreras por ser descubiertos con una amante, aunque los casos que más trascendieron fueron los de asfixias autoeróticas o diputados con colecciones de pornografía interminables.
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