El esperanto, hasta hace poco encorsetado en los estrechos límites de las asociaciones, ha encontrado en Internet una segunda vida. La Red, como el esperanto, no sabe de fronteras y ha dado alas a la propagación de un idioma que tiene mucho de virtual en la medida en la que carece también de territorio y jerarquías. No hay otra lengua de las 6.000 que se hablan en el mundo que haya progresado de esa forma partiendo de cero.
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