Cuando se habla de la amistad, surge probablemente en la mente la imagen de nuestro mejor amigo o la de dos personas, una encima de la otra en forma de “caballito”, riéndose ante la cámara. Son, quizá, imágenes de personas jóvenes y que evocan el sabor de la ligereza jovial, la libertad sin obligaciones, la risa sincera. Sin embargo uno comienza a ver a su alrededor, ya con 30, 40 o 50 años: se da cuenta no sólo que algunos y muy pocos viejos amigos continúan ahí a lado, también que hacer amigos se vuelve cada vez más difícil conforme pasan lo
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