Las cosas se han precipitado. Todavía hay quien se cuestiona si esta es la fase definitiva, pero ya pocos ponen en entredicho que estemos ante la más difícil situación de nuestra economía y, por derivación, de la zona euro. Aunque los medios sigan diseñando obscenas fórmulas para distraer la atención, la realidad va tomando el peso plomizo de lo irremediable. Es como si miles de peces se movieran en tono a flujos que creen adoptar de manera voluntaria pero que no es más que el síntoma de un ataque externo que amenaza su estabilidad.
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