Pues sorprendentemente, o no tanto, parece que es muy complicado que alguien viva en tus antípodas. De hecho muy pocos pueden (o podemos) decir que en nuestras antípodas hay tierra firme. En el siguiente mapa puede contemplarse cómo Nueva Zelanda se dibuja como antípoda de la Península Ibérica o cómo buena parte de sudamérica se sitúa en las antípodas de Extremo Oriente. Por el contrario, la mayoría de las demás tierras emergidas no tienen "compañeras" antipódicas emergidas, sino sólo agua.
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