¿Qué demonios hace un chef con un rosario de estrellas Michelin promocionando hamburguesas, bollos industriales o salsas de supermercado? La pregunta brota de esa ilusión que el ciudadano de a pie se hace con los cocineros más laureados, a los que imagina desayunando, comiendo y cenando esferificaciones de flores del Amazonas con reducción de Pedro Ximénez.
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etiquetas: mala comida , estrella michelin , todo el mundo tiene un precio