Se suspende la celebración del Festival de Jazz de Madrid. No alcanzará su trigésima edición, al menos este año. ¿Y qué? ¿A quién le importa? Que Madrid no tenga este año festival o que Barcelona lo tenga o que Vitoria no lo hubiera tenido este verano no iba a cambiar mucho las cosas. No nos engañemos. Los festivales ni redundan en beneficio del colectivo de músicos del país ni abren mundos al público que no hayan sido visitados miles de veces. No al menos en España donde, salvo contadísimas excepciones, la apuesta va a piñón fijo.
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