Inmaculada R.G., madre soltera, dio en adopción a su hija en noviembre de 1973. Un mes después se arrepintió e intentó que le fuera devuelta. Pero chocó contra un muro infranqueable frente al que peleó sin desmayo en los tribunales durante 13 años. Todo fue inútil: después de gastar muchas energías y mucho dinero, solo consiguió que el Tribunal Supremo ordenara que se borrase del Registro Civil que la menor era hija de madre desconocida y que se hiciera constar quién es su madre biológica.
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