Una persona que no tenía nada, de una raza considerada inferior, que defendió su sexualidad, su intimidad y a los más desfavorecidos que le rodeaban a hostia limpia. Si tenía que matar, mató. Pero le echó la culpa a Dios. Quizá por ser rematadamente pobre nadie pudo arrebatarle jamás la dignidad. Madame Satã era un auténtico superhéroe y, a diferencia de los que van volando por ahí en pijama, él existió de verdad en las calles de Río, cuando la terrible dictadura brasileña.
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