España es un país de machotes. Aquí vas por la calle, le das una patada a un bote y llenas la acera de testosterona. Y si pones la tele, escuchas la radio o lees a determinados verracos, también. Cuando no es el alcalde de Valladolid quien se pone choto con Leire Pajín es Pérez Reverte quien se descojona de las lágrimas blandengues de Moratinos (“Ni para irse tuvo huevos”). Por no hablar de esa máquina de seducir llamada Hermann Tertsch. Tipos de una virilidad antigua, de esa que no pierde fuelle con los años.
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