Carnes que rezuman jugos. Verduras brillantes y húmedas. Postres chorreantes de crema y chocolate. Estos son algunos de los lugares comunes del llamado food porn, una expresión anglosajona que alude a toda imagen gastronómica libidinosa que apele a nuestros instintos más primarios. Tratados con códigos visuales cercanos al erotismo o la pornografía, los alimentos se convierten en glamurosos objetos de deseo que prometen producir en nosotros tanto placer como el sexo.
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