Sigue sin entender qué clase de broma macabra la ha apartado de la Guardia Civil. Trata de buscarle sentido en su memoria y en los cientos de papeles que resumen un litigio que viene manteniendo con sus mandos desde el 11 de enero de 2017, justo el día en el que decidió mantenerse firme y desoír la orden de su comandante de puesto, que le pidió que le rebajase la vigilancia a una mujer en riesgo extremo que acababa de denunciar un caso de violencia de género. Ella se negó. Y desde entonces vive un periplo marcado por el acoso y las amenazas.
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