En su libro Alucinaciones, Oliver Sacks confesó abiertamente haber experimentado con LSD (dietilamida de ácido lisérgico, una droga agonista de los receptores de serotonina) como medio para expandir su estado de consciencia y poder empatizar mejor con sus pacientes. De hecho, muchos intelectuales de la llamada generación beat de los años 50 (y más tarde la generación hippy) se sintieron atraídos por las capacidades psicotrópicas del LSD y la psilocibina de los hongos mágicos y describieron los efectos en sus obras.
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