Son empleados del sector servicios que trabajan en empresas como Google, Apple o Facebook, pero su realidad es muy distinta a la de los ingenieros. Comparten casa con otras cuatro o cinco familias, no tienen derecho a enfermar y no pueden asumir el coste de la vida en un lugar que se encarece por momentos. Una situación límite que les ha llevado a unirse, a afiliarse a sindicatos y a manifestarse
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