Al menos en Gran Bretaña un periódico, The guardian, ha tenido la decencia de publicar las pruebas de que era falsa la versión según la cual el infarto fue una cosa natural de la que los cuerpos represores no tenían culpa alguna. En España apenas se critica alguna actuación policial y para que asomen esas críticas es necesario que se zumbe a algún periodista: si sólo reciben los manifestantes, hay barra libre.
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