Morir tiene su propia biología y síntomas. Constituye un diagnóstico en sí mismo. Aunque las semanas y los días que desembocan en la muerte pueden variar de una persona a otra, las horas que anteceden a la muerte son similares en la gran mayoría de los padecimientos humanos. Algunos síntomas, como el estertor de muerte, la falta de aire y la agitación terminal se perciben como agonizantes, pero por lo general no son incómodos para el moribundo.
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