Durante las veinticuatro horas del día, los niños hurgan en más de 600 hectáreas de residuos malolientes, plagados de enfermedades y en proceso de putrefacción para encontrar latas, bolsas plásticas, botellas de vidrio y cualquier chatarra que puedan vender para su reciclaje. A cambio de tan sólo un dólar norteamericano, los niños trabajan 12 horas al día en el intenso calor y muchas veces se desploman de agotamiento y hambre.
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