Tú, tu vecino o un señor de Albacete podéis presentaros en el Ministerio de Interior con la documentación necesaria y registrar vuestro nuevo partido político sin mayores complicaciones. En cambio, alguien con apellido vasco será revisado con lupa, y tendrá que incluir explícitamente en sus estatutos que rechaza la violencia. Pero todo será inútil: no importará que presente unos estatutos más inmaculados que la camilla de un quirófano, porque el más mínimo atisbo de sospecha bastará para ilegalizar su formación.
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