En su juventud, Byron siguió rigurosas dietas para evitar el problema de sobrepeso que sufría su madre. En sus últimos años, recurrió al vinagre, creyendo que este líquido agrio podría reducir su apetito. La pérdida de peso fue drástica, pero el precio que pagó fue alto: los problemas dentales, los vómitos y la diarrea se convirtieron en una parte constante de su vida. Lo tomaba solo con agua y arroz, ya que creía que así potenciaba el efecto purgante, provocándose más vómitos y diarrea. La dieta del vinagre no era un fenómeno nuevo en la época
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