La camiseta en los estadios todavía sirve para sudarla. O para venderla a precio de oro con el nombre de un galáctico en la espalda. Sin embargo, en los laboratorios de Nike o Adidas, en los centros de investigación de algunas universidades, incluso en los estudios de los nuevos modistos, la ropa es un banco de pruebas de la tecnología.
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