El pasado 7 de septiembre Jaime Lissavetzky invitó a cenar en un restaurante de Madrid a la veintena de secretarios generales de las agrupaciones socialistas de Madrid. Lissavetzky les pidió el aval para su candidatura, pero reclamó también que avalaran a Trinidad Jiménez en detrimento de Gómez, a lo que se negó la mayoría de los presentes. Lissavetzky empezó a levantar la voz, montó en cólera y abandonó la cena gritándoles a los reunidos que sus avales le importaban un comino y que formaría sin ellos su propia plataforma electoral.
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