La degradación de los edificios y el elevado coste del suelo expulsan a los habitantes jóvenes y convierten la capital portuguesa en una ciudad cada vez más despoblada. El corazón de Lisboa está envejecido. Este es el diagnóstico de Helena Roseta, concejal de vivienda, al describir el despoblamiento de la capital portuguesa y el abandono de muchos edificios. Las casas desocupadas abundan en el centro histórico. Es una imagen que se repite hasta en las zonas más cotizadas.
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