Cuando los líderes occidentales anunciaron el 2 de diciembre que habían acordado limitar a 60 dólares el precio de las exportaciones de petróleo ruso, lo anunciaron a bombo y platillo como un audaz logro multinacional en materia de diplomacia energética. Pero cualquiera que piense que esto supondrá un golpe significativo a los ingresos petroleros rusos -y a la capacidad del Kremlin para financiar su guerra genocida para subyugar a Ucrania- probablemente se sentirá decepcionado.
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