(...) Parecida ‘libertad de expresión’ empleó José Antonio de Rivera un 29 de octubre de 1933 en el madrileño Teatro de la Comedia, en el discurso más patético y anticristiano que se recuerde. Porque si Jesucristo nos invitó a poner la otra mejilla, José Antonio exhortaba, nítidamente, a matar. Con toda la chulería de la que era capaz, por mucha poesía que hubiera leído, como quedó recogido para la historia: «¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables?»
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