A punto de cumplirse dos años de la caída de Gadafi, Libia es un estado fallido dominado por la inseguridad. El poder central no ha logrado imponerse en gran parte del país y las milicias que ayudaron a derrocar al dictador se niegan a entregar las armas y unirse al Ejército regular. Un caldo de cultivo perfecto para que Al Qaeda ancle sus tentáculos. Una anarquía que aviva el tráfico de inmigrantes hacia Europa.
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