En un Estado democrático y participativo, la libertad de unos nos puede conducir a la negación de la libertad de otros. Por ello, en las luchas por la democracia se ha visto que el Estado no puede ser la propiedad de un solo grupo religioso, como no puede ser la propiedad de un grupo racial o étnico a despecho de los demás. En las sociedades cada vez más multiculturales y pluri-religiosas de nuestro tiempo la lucha de la democracia es también la lucha por el Estado laico, no ligado a ninguna religión pero respetuoso de todas.
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