Siendo sincero, y aun a riesgo de parecer sacrílego, he de reconocer que la lectura de muchos de los clásicos que la divulgación científica ha entronizado me han dejado más bien frío. Da la impresión que con las letras, cuanto más polvo acumulen, más valor se les debe otorgar; o al menos, mayor dosis de respeto y veneración. Simplemente por sus arrugas valetudinarias. Como si la cronología tuviera algo que ver con la ciencia, cuando más bien es al revés: los científicos del pasado tenían menos conocimientos que los científicos del presente...
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