A los niños y a los adolescentes les instigamos casi enfermizamente a que lean, anunciándoles las siete plagas si no lo hacen. Pero habría que preguntarse si esa obsesión está justificada por tantas plagas como decimos. ¿Son menos corruptos los que leen? ¿Son menos despóticos en sus trabajos o en sus casas? ¿Respetan más las señales de tráfico? ¿Sienten menos cólera, saben dominarla mejor? ¿Tienen mayor clarividencia política? ¿Son menos violentos?
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