Sebastian Haffner, que como joven abogado en Berlín vivió la toma del poder nazi en los años 30, escribió un relato de primera mano. En su diario condena lo que llama la “docilidad corderil” con la que el pueblo alemán reaccionó a un acontecimiento similar al 11-S: el incendio del Reichstag del 27 de febrero de 1933. Haffner considera muy significativo que ninguno de sus conocidos “no haya visto nada extraordinario en el hecho de que, desde entonces, le pincharan su teléfono, se abrieran sus cartas, y que pudieran meterse en su escritorio.”
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