Aproximadamente un 60% de los embriones humanos producidos a través de la fecundación natural, mueren y son expulsados antes de convertirse en fetos. Si a esto añadimos los abortos espontáneos, sólo 1 de cada 3 óvulos fecundados llega a convertirse en un lloroncete. Visto de otra manera: una muy católica familia con cuatro hijos, habrá necesitado por término medio liquidar a otros ocho embriones por el camino. ¿Y no será que Dios es pro-abortista?
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