Cuando te acercas a una ventana para asomarte te habrás dado cuenta de que notas el frío del vidrio un poco antes de tocarlo con las manos o con la mejilla. En un breve espacio notamos como la temperatura cae bruscamente, y si tocamos el vidrio notaremos cómo se va el calor de nuestras manos. Ahí está el aire haciéndonos un gran favor. La razón es que el aire no es muy buen conductor térmico y por tanto aisla del frío aunque sea un poco.
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