Las sociedades contemporáneas están en gran medida organizadas sobre la base de la creencia en la maleabilidad del carácter de las personas, de sus cualidades y defectos, de la naturaleza humana, en suma. Esto resulta especialmente evidente en el mundo de la educación, pero también lo es en el de la política. Asumimos con naturalidad que los defectos o el mal comportamiento, por ejemplo, son consecuencia de una mala educación. Y por lo mismo pensamos que mediante la educación es posible transformar a las personas.
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