De cuantos efectos perniciosos tiene la crisis, puede que el peor sea la quiebra entre la Europa del centro y la del sur, entre los países germánicos y los mediterráneos, con la idea cada vez más extendida de que los primeros se dedican a trabajar y los segundos a divertirse. Un viejo estereotipo que ha revivido con fuerza. Y hay bastante verdad en ello. Montados en el euro -una moneda fuerte respaldada por el marco-, los países mediterráneos pobres nos creímos ricos y empezamos a vivir como tales. Vía
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